lunes, 3 de diciembre de 2012

Agresión sexual.Testosterona e impulsos.

AGRESIÓN SEXUAL, Parte II.
Ricardo Belanguer


DESVIACIONES SEXUALES

Tanto la agresividad como el instinto sexual están presentes en todos los seres humanos, en las bases de su personalidad y, utilizados de manera correcta, fortalecen comportamientos adaptativos. La falta de control que ejerce el individuo sobre estos factores puede ser motivo de comportamientos relacionados con actos de agresión sexual. Según las fuentes consultadas, podemos denominar a este tipo de desviaciones bien como Parafilias, bien como Perversiones.
  • El término Parafilia hace referencia a una serie de comportamientos sexuales caracterizados por la excitación del sujeto ante objetos y situaciones que no forman parte de los patrones sexuales normativos, o porque el sujeto necesita para obtener placer la presencia de determinados estímulos que se apartan de lo que se consideran estímulos sexuales normales” (Belloch, Sandín, Ramos, 2008).
  • Otros autores como McDougall (1986), señalaron que es habitual encontrar fantasías perversas en todas las conductas sexuales adultas. Para ella, el término Perversión “debe ser reservado para instancias en las cuales una persona impone deseos personales a su pareja que es reacia a comprometerse en el escenario sexual o seduce a un individuo no responsable, como un niño o un adulto discapacitado” (Mc Dougall, 1995)


AGRESORES SEXUALES.

Las investigaciones realizadas con respecto a conocer cuáles son las bases que empujan a una persona a agredir a otra sexualmente no son concluyentes. Encontrar aspectos distintivos, así como confirmar si estos aspectos pueden ser integrantes del perfil de los agresores, ayudaría a encontrar acciones preventivas o reeducadoras.

Se deben tener en cuenta las bases biológicas. El impulso sexual y el interés por el sexo tienen una base genética y están modelados por procesos de aprendizaje y por la socialización específica de cada individuo (Marshall, 2001). En este sentido, la testosterona adquiere protagonismo como impulsora de la actividad sexual. Sin embargo, en la relación dada entre los niveles de testosterona y la agresividad sexual, los resultados de los estudios son desiguales. Cabría señalar que a medida que los hombres aumentan la edad, los niveles de testosterona bajan, perdiendo cada vez más importancia la relación entre los niveles hormonales y el impulso sexual. Según Marshall, sólo se dan niveles anómalos de esteroides en algunos delincuentes sexuales diagnosticados como sádicos.

Los factores sexuales ocupan otro lugar importante en el estudio del agresor. Los delincuentes sexuales piensan mucho en el sexo, no necesariamente desviado o delictivo. Un número elevado de ellos ha sido anteriormente víctima de abusos sexuales en el pasado. Para Marshall, es posible que las agresiones sexuales sean tan sólo una respuesta al estrés, que se lleva a la práctica porque reduce temporalmente el malestar del agresor. Tanto violadores como pedófilos, no responden a estímulos visuales, como puede ser la visualización de escenas de violación o de incesto. Sus respuestas suelen ser generalmente normales.

La mayoría de agresores sexuales tienen un nivel de autoestima muy bajo, lo cual les empuja a manifestar y ejecutar actos violentos que les compensen este déficit, eligiendo como objetivos aquéllos percibidos como más accesibles, frágiles y débiles, como son las mujeres y los niños (Baumeister, Smart y Boden, 1996). Su nivel de empatía es mínimo, suelen tener problemas de relación, realizan interpretaciones egoístas de su entorno. Estas son las causas de que no sean conscientes del daño emocional que están realizando.

Los agresores sexuales tienen una percepción distorsionada de sus acciones. De manera subjetiva, interpretan las reacciones de sus víctimas en su propio favor, llegando a creer que no solamente aceptan las acciones que les inflige el agresor, sino que además disfrutan con ellas, que realmente las desean.

Con respecto a los rasgos de personalidad de los agresores, encontramos diferentes interpretaciones. Básicamente son dos las razones que justifican esta diferencia: por una parte, la manera de enfocar y entender el concepto de ”alteración de la personalidad”, y por otra, la dificultad que entraña el que los delincuentes no hablen libre y abiertamente de sus actos y pensamientos. El rasgo que con más frecuencia suele aparecer entre los delincuentes es el de la psicopatía. Los expertos en este tema concluyen que no se puede cambiar las preferencias sexuales, así como tampoco se puede hacer con respecto a la orientación hacia un sexo determinado o la inclinación por cierto tipo de prácticas sexuales.

TRATAMIENTOS POSIBLES.

En un intento por reducir la reincidencia de los agresores, se han propuesto varias alternativas a su tratamiento, entre la que se encuentra la castración química. Personalmente prefiero referirme a esta técnica como inhibición de la testosterona, ya que este es el efecto real que se consigue a través de dicho tratamiento. Va dirigido a reducir la producción de testosterona endógena en el sujeto, siendo del todo un proceso reversible.
La opinión mayoritaria entre los expertos del tema es que el tratamiento médico puede frenar la actividad de los agresores sexuales (especialmente los pedófilos), pero no cambia su atracción por el objeto de deseo. Es decir, la mayoría de agresores sexuales lo serán durante toda su vida.
Se pueden aplicar medidas de contención y prevención que les ayudarían a mantenerse alejados de sus posibles víctimas, entre las cuales encontramos como más eficaces:
  • la psicoterapia y
  • la administración de fármacos.
    • Dos de los utilizados son el Acetato de Ciproterona y el Acetato de Medroxiprogesterona. Estos medicamentos inhiben la producción de testosterona en los testículos o bien actúan en las zonas cerebrales (hipófisis o hipotálamo) responsables de estimular esa actividad.
    • Tras una administración continua y regular, se consigue disminuir en el sujeto tanto la libido (entendida como deseo sexual) y la erección, como  sus fantasías sexuales.
    • Esta opción solamente es efectiva como complemento de otras, como la ya citada psicoterapia, la vigilancia constante del sujeto a través de pulseras GPS y muestras de ADN.
    • Es necesario tener presente que las sujetos a los que nos estamos refiriendo son agresores sexuales que no se relacionan normalmente, que muestran en la mayoría de los casos rasgos de personalidad psicóticos, pudiendo desarrollar otros comportamientos peligrosos o lesivos para la víctima ante la imposibilidad de ver satisfecha la agresión a través del sexo. La eficacia de la supresión hormonal no está muy clara, ya que sólo reduce el deseo genital.
    • Un estudio publicado en 2005 por la revista Archives of Sexual Behavior hablaba de que la terapia cognitivo-conductual reforzada por un inhibidor de la testosterona consiguió reducir significativamente las fantasías sexuales, pero la inclinación no se modificó tras un año de tratamiento. El Dr. Klaus M. Bier, en la Clínica Universitaria de la Charité de la Universidad Humboldt de Berlín puso en marcha un proyecto preventivo denominado “Cifras ocultas” donde se trataba a pedófilos. Se centraba en la comisión de las conductas, en hacer al sujeto responsable de sus acciones, no en sus inclinaciones. De 150 sujetos que recibieron el tratamiento,  alrededor de 30 lo acabaron; el resto no aceptaron la ayuda terapéutica e interrumpieron el tratamiento.



No hay comentarios:

Publicar un comentario