Ricardo Belanguer Romero
DISCUSIÓN
DISCUSIÓN
Hemos visto algunas de las bases
a tener en cuenta en el posible perfil del agresor sexual, entre las que
encontrábamos biológicas, sociales, ambientales e individuales. Esta es la
razón de que no exista un tratamiento único, en tanto que hormonal o
terapéutico, sino que lo más eficaz pudiera ser una conjugación de ambos.
Tanto las investigaciones como
los textos consultados para la realización de la presente monografía no ofrecen
resultados claros al respecto de cuál es la razón base que motiva a unas
personas a ejercer agresiones de tipo sexual contra otras. Por una parte, a
nivel hormonal, el papel la testosterona ha sido ampliamente estudiado en
relación con la agresividad y el deseo sexual. Se ha comprobado que dichas
conductas no dependen solamente de la acción de ésta, y que existen otras que
sirven de moduladores de la conducta. Por otro lado, no existe correlación
directa clara del nivel alto de testosterona y
ser más agresivo sexualmente, por lo que esta explicación parece perder
fuerza como razón principal de las agresiones sexuales. Tratamos de encontrar
las bases biológicas a un comportamiento con el fin de conocerlo mejor y poder
actuar en consonancia.
Para poder llegar a un conocimiento pleno, deberíamos
poder contar con la voluntaria y
objetiva exposición por parte de los sujetos implicados, de los propios
agresores. Esto es muy difícil de conseguir, pues se trata de un tema en el que
se ven inmersas varias facetas de la vida personal, como la aceptación social,
el estigma al que se ven sometidos, la presión legal, y en la mayoría de los
casos, la falta de conciencia del mal realizado motivo del propio trauma
psíquico que tienen estos sujetos.
Los especialistas de diversa
índole coinciden en determinar la dificultad a la hora de establecer la posible
recuperación de los agresores sexuales. Tampoco aseguran que desaparezca la
posibilidad de reincidir, así como el tiempo que sería necesario para tener
certeza de que dicha recuperación se ha producido o, al menos, que la probabilidad
de reincidencia ha disminuido a niveles que entenderíamos como no peligrosos. Dadas
las dudas generadas por las razones anteriormente expuestas, parece ser que lo
más aconsejable sería un tratamiento global, que contuviera una terapia
dedicada a recuperar las estructuras más profundas dañadas, apoyadas por un
tratamiento que inhibiera la producción de testosterona, a lo cual habría que
añadir un seguimiento constante del sujeto que diera la seguridad de que dicho
tratamiento está siendo eficaz. Como vemos, se combinan problemas de índole
clínico, legal y social, lo cual acarrea mayor dificultad a la hora de
encontrar una solución definitiva.
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