miércoles, 5 de diciembre de 2012

Agresión sexual. Testosterona e impulsos.

AGRESIÓN SEXUAL, Parte IV,
Ricardo Belanguer Romero

DISCUSIÓN

Hemos visto algunas de las bases a tener en cuenta en el posible perfil del agresor sexual, entre las que encontrábamos biológicas, sociales, ambientales e individuales. Esta es la razón de que no exista un tratamiento único, en tanto que hormonal o terapéutico, sino que lo más eficaz pudiera ser una conjugación de ambos.

Tanto las investigaciones como los textos consultados para la realización de la presente monografía no ofrecen resultados claros al respecto de cuál es la razón base que motiva a unas personas a ejercer agresiones de tipo sexual contra otras. Por una parte, a nivel hormonal, el papel la testosterona ha sido ampliamente estudiado en relación con la agresividad y el deseo sexual. Se ha comprobado que dichas conductas no dependen solamente de la acción de ésta, y que existen otras que sirven de moduladores de la conducta. Por otro lado, no existe correlación directa clara del nivel alto de testosterona y  ser más agresivo sexualmente, por lo que esta explicación parece perder fuerza como razón principal de las agresiones sexuales. Tratamos de encontrar las bases biológicas a un comportamiento con el fin de conocerlo mejor y poder actuar en consonancia.
Para poder llegar a un conocimiento pleno, deberíamos poder contar con la voluntaria  y objetiva exposición por parte de los sujetos implicados, de los propios agresores. Esto es muy difícil de conseguir, pues se trata de un tema en el que se ven inmersas varias facetas de la vida personal, como la aceptación social, el estigma al que se ven sometidos, la presión legal, y en la mayoría de los casos, la falta de conciencia del mal realizado motivo del propio trauma psíquico que tienen estos sujetos.

Los especialistas de diversa índole coinciden en determinar la dificultad a la hora de establecer la posible recuperación de los agresores sexuales. Tampoco aseguran que desaparezca la posibilidad de reincidir, así como el tiempo que sería necesario para tener certeza de que dicha recuperación se ha producido o, al menos, que la probabilidad de reincidencia ha disminuido a niveles que entenderíamos como no peligrosos. Dadas las dudas generadas por las razones anteriormente expuestas, parece ser que lo más aconsejable sería un tratamiento global, que contuviera una terapia dedicada a recuperar las estructuras más profundas dañadas, apoyadas por un tratamiento que inhibiera la producción de testosterona, a lo cual habría que añadir un seguimiento constante del sujeto que diera la seguridad de que dicho tratamiento está siendo eficaz. Como vemos, se combinan problemas de índole clínico, legal y social, lo cual acarrea mayor dificultad a la hora de encontrar una solución definitiva.


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