miércoles, 5 de diciembre de 2012

Agresión sexual. Testosterona e impulsos.


AGRESIÓN SEXUAL, Parte III,
Ricardo Belanguer Romero

CONTROL DE IMPULSOS. VISIÓN DINÁMICA

Como comentaba al principio, dada la complejidad para encontrar los motivos de este tipo de agresión, debíamos tener presentes determinadas variables, entre las que se encuentra la diferencia individual. En este sentido, la comprensión psicoanalítica ha aclarado en gran medida el misterio de la psiquis perversa. Los modelos psicodinámicos pueden echar luz en el significado de una perversión sin establecer necesariamente una etiología definitiva.

En distintas ocasiones, en los textos consultados para la realización de esta monografía, me he encontrado con los términos “ impulsos ” y “ libido ”, formando parte de la explicación que se le daba a la conducta violenta de los agresores sexuales. En este apartado tataré de enfocar dichos conceptos desde una perspectiva dinámica, la cuál da un significado diferente al enfoque con que hasta ahora ha sido tratado el tema.

Impulso es un concepto de difícil definición, debido a las múltiples connotaciones que tiene. En el modelo psicoanalítico suele ser sinónimo de pulsión, utilizando cualquiera de los dos términos indistintamente. Sin embargo, nada tienen que ver estos dos conceptos con el de instinto, que en ocasiones se le ha dado también el mismo significado.
  • Por instinto se entiende a distintos comportamientos heredados y que son más o menos fijos en una especie.


Los impulsos o pulsiones han sido sesgados al ser relacionados únicamente con una base sexual, si bien cumplen una complicada gama de registros y comportamientos observables.
  • Así, podemos decir que los impulsos están entre lo más biológico e interno y se representan en lo externo mediante representaciones psíquicas como determinados comportamientos, fantasías o demandas (Villamarzo, 1989).
  • Es decir, los impulsos destructivos que algunos llevan a cabo no están causados por su biología, sino por elementos psicológicos que son en su mayor parte motivacionales (Guerra Cid, 2006).

Asociados al concepto de impulso, existen otros que sirven para ampliar la comprensión de lo que significa. 
  • Cada impulso tiene un FIN, relacionado con la satisfacción de dicho impulso, y que consiste en descargar dicho impulso y en la manera en cómo se consigue dicha descarga. A su vez, ésta va dirigida hacia un OBJETO, sobre el cuál se produce.
  • A los anteriores hay que añadir la INTENSIDAD, el grado con el que se manifiesta el impulso sobre el objeto.
  • Y por último, la FUENTE, que es el lugar corporal de donde provienen los impulsos. Todos estos conceptos están relacionados con el tema que nos afecta. Con respecto al de Fuente, Freud daba prioridad a tres zonas (anal, oral y genital) relacionadas con diferentes etapas psicoevolutivas (anal, oral, fálico-edípica, latencia y puberal). El estancamiento de la libido, entendida como energía psíquica en general y no solamente como principio de motivación sexual, en alguna de estas fases, produciría diferentes fenomenologías que observaríamos en nuestra vida cotidiana (Guerra Cid, 2006).


La fase que nos interesa es la anal. Se ve reflejada en los impulsos de retención y posesividad de los objetos. Suelen ser personalidades con un núcleo obsesivo, personas que quieren poseer y dominar al otro sin dejarle autonomía. En esta tendencia se encuentran muchos de los maltratadores tanto físicos como psíquicos. No pueden soportar la autonomía de los demás, deben ejercer control total y absoluto sobre sus personas. El sádico que tiene una pérdida de control sobre el otro maltrata para, rabiosamente, recuperar su estado anterior. En relación con esto, las conductas que implican crueldad abierta a otros se encuentran con frecuencia presentes en sujetos con trastorno antisocial de la personalidad.

Estos sujetos son ciertamente difíciles de tratar. Con el paso de los años, han desarrollado una solución erótica a sus problemas, y raramente se muestran interesados en abandonar esa práctica. La mayoría de las perversiones son egosintónicas: son pocos los sujetos que, preocupados por sus síntomas, quieren tratamiento. Generalmente, asumen sus acciones como una peculiaridad personal, y no cómo un síntoma psiquiátrico. La mayoría acuden al tratamiento bajo presión, casi siempre de índole legal, no existe voluntariedad de tratamiento, perdiéndose de esta manera una de las principales bazas para la recuperación terapéutica. Otra dificultad que conllevan estos sujetos es la patología asociada a sus perversiones, ya de por sí difíciles de modificar. Si a ello le añadimos cuadros como patologías borderline, narcisista o antisocial, el pronóstico se vuelve más reservado todavía.


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