AGRESIÓN SEXUAL, Parte I
Autor: Ricardo Belanguer Romero
INTRODUCCIÓN
Hoy en día, la violencia es
considerada por la OMS - Organización Mundial de la Salud - como un problema global de salud
pública. A diario las noticias, los periódicos, los programas de radio
recogen un número importante de casos sobre abusos sexuales a niños o mujeres,
hombres que guardan en sus ordenadores material donde se exhiben infantes en
actitudes eróticas, mujeres que sufren la violencia infligida por hombres la
cual, en ocasiones, les conlleva la
muerte.
Por desgracia, es un tema de
actualidad, y encuentro interesante adentrarnos en él, tener información y
buscar algún tipo de solución que, si bien no pudiera ser definitiva, al menos
redujera el riesgo que sufren este sector más desvalido de la sociedad.
Se han efectuado multitud de
estudios sobre las causas de la violencia sexual hacia mujeres y niños. Una de
las líneas de investigación es la relación que existe entre la TESTOSTERONA, principal
andrógeno masculino, y las conductas violentas realizadas por el individuo. Los
resultados son contradictorios y no concluyentes, lo que nos puede generar la
duda razonable de que el porqué de la agresión sexual no depende directamente
del nivel de testosterona que un individuo tenga en su cuerpo, pudiéndose
encontrar dicha razón en las estructuras psíquicas más profundas.
ENDOCRINOLOGÍA
La testosterona es la hormona más
estudiada en relación con la agresión en adolescentes y adultos, a pesar de que
los resultados obtenidos en los diversos estudios realizados quedan lejos de
ser concluyentes y consistentes. A la hora de conocer cuál sería el papel de la
testosterona en la agresión y violencia sexual, nos encontramos con que existen
distintas variables que pueden tener efecto sobre esta relación, variables como
la experiencia previa y las diferencias individuales.
La línea seguida
mayormente por los experimentadores es la de afirmar que la testosterona es un
factor fundamental para la agresión, con lo cual, si redujésemos los niveles de
testosterona en el cuerpo debería reducirse el nivel de agresividad en el
individuo, y esto no es siempre así. Su relevancia como marcador biológico
pierde ventaja frente a la que la asocia con el éxito social. Los jóvenes con
niveles más altos de testosterona suelen destacar más socialmente, son más
aceptados, tienen mayor éxito que los que muestran niveles más bajos. Estos
últimos sin embargo, son los que presentan mayor agresividad y conductas
violentas.
Podemos encontrar otras inconsistencias a la hora de realizar las
investigaciones en humanos, como pueden ser asumir que los niveles de
testosterona son estables a lo largo del día, no tener en cuenta los factores
ambientales y cómo estos pueden afectar a dichos niveles, las edades de los
grupos tomados como muestra, los tipos de agresión ejercida por los sujetos y
la relación que pueden tener otras hormonas con la testosterona a la hora de
generar conductas agresivas.
- Un ejemplo de esto último sería la relación del cortisol con la testosterona. Los bajos niveles de cortisol basal han sido relacionados con las conductas antisociales y agresivas tanto en adultos como en adolescentes y niños. Una baja actividad del eje Hipotálamo-hipofiso-adrenal es característica de las conductas agresivas y antisociales crónicas, cuya aparición se da en edades tempranas y se mantiene en la adultez. Los sujetos con niveles bajos de cortisol muestran una asociación más fuerte entre testosterona y agresión manifiesta. En este sentido, el cortisol tendría un papel modulador entre la testosterona y la agresión.
- También son importantes en la relación con la expresión de la agresión los efectos que provocan otras hormonas como son la prolactina y los estrógenos.
Como se puede observar, los procesos psicoendocrinológicos que regulan los comportamientos son mucho más complejos que la simple asociación entre una hormona y una conducta.
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